Miran desde
lo alto, a través de las ventanas del helicóptero, observan la nítida
arquitectura, la luminosa pureza geométrica de la mansión construida en un
claro del bosque a los pies de un macizo montañoso. Es la casa de Neus
Celnegre, la persona con un mayor número de galardones otorgados por las más
prestigiosas guías gastronómicas del mundo. En esa discreta residencia tienen
algunos el exclusivo privilegio de asistir una vez al año a un banquete
excepcional, elaborado y presentado por ella misma.
Érase una
vez una niña muy pobre que ayudaba a sus papás en el pequeño negocio familiar,
una carnicería donde no tardó mucho en demostrar sus dotes, dejando encantada a
la parroquia. Sus chacinas apasionaron a una clientela hasta entonces resignada
a la baratura de unos productos sin alma. La tienda prosperó, ocupando a varios
parientes que felices despachaban carne de una extraordinaria calidad y las
magistrales mezclas con las que se alcanzaba un aroma y sabor que hacía
enloquecer de placer al más glotón y recuperaba el apetito del más desganado.
Pasó el tiempo y la niña se convirtió en una joven que, recién graduada en
ginecología y obstetricia, invirtió sus abundantes ahorros en la compra del
antiguo palacete donde dio inicio a una sublime gastronomía. A pesar de su
autodidactismo en el arte de los fogones, apenas sin conocimientos prácticos,
pero con una gran confianza en sus facultades, consiguió pronto
reconocimientos, críticas favorables incluso de los calificadores más temidos y
exigentes. Trabajadora infatigable, creativa, muy natural, desde el principio
se abastece exclusivamente de los mejores productos en los mercados más
prestigiosos del mundo, con los que compone una poesía para cada plato gracias
a una cocina técnica, elegante, dotada de un especial refinamiento que colma de
satisfacción a la boca más fina. Esa mente tan creativa y tan singular
sensibilidad hicieron crecer el negocio de forma imparable, destacándose en el
más reputado itinerario gastronómico con las selectas composiciones que sus
restaurantes abiertos en distintas partes del mundo presentan a un público
capaz de aguantar pacientemente la espera durante meses, o incluso años, antes
de poder sentarse a alguna de sus mesas.
Muy pocos
saben que ordenó construir un pabellón cercano a su residencia para albergar a
jóvenes desvalidas. Una nave con sótano que penetra en una verde pendiente,
dando la sensación de ser un bunker, protegido bajo una cubierta vegetal que
apenas le hace diferenciarse del entorno. El hormigón visto está presente en
interiores y exteriores, expresándose como una materia viva con claros
volúmenes de líneas puras, un espacio higiénico, diáfano y bien iluminado. En
la estancia superior, panóptica, el paisaje se cuela por los estrechos huecos
verticales que horadan los ásperos muros y que se cierran con cristales de
seguridad. El escaso mobiliario se compone de una inmensa pantalla de TV
sintonizada en un canal infantil y a la que es imposible desenchufar, frente a
ella un cómodo sofá, detrás una cama, una mesa con una silla, a un lado una
cinta de correr y una bicicleta estática. El inodoro, bidé y ducha tampoco
están privados a la vista ajena. Al anochecer se desconecta la electricidad.
Allí vive sola por el momento, Anna Damankova, a la que rescató de un burdel de
Brest, en Bielorrusia; una mujer grande a la que apenas se le puede entender,
con retraso mental y sin familia. Cuando llegó tenía 20 años, un lustro después
seguía sola y vistiendo el mismo tipo de prendas con las que se le obligaba a
vestirse, algo parecido a un kimono japonés, de colores neutros, marrón, grises
y negros que hacían resaltar el azul de sus grandes ojos bovinos y el rubio
casi blanco de su corta melena. La señora diseñó una dieta adaptada a sus
características y necesidades, con un consumo regular de una amplia variedad de
alimentos de primera calidad que le nutría adecuadamente al tiempo que protegía
de enfermedades con una medicación intensiva tanto de carácter preventivo como
sintomático. No se dejó nada a la improvisación, las influencias
medioambientales, tales como las horas de luz, la temperatura, ventilación,
humedad, también desempeñaron un papel importante en el diseño de la jaula.
Este final
de año marca la fecha de un trascendental acontecimiento en la vida de un
oscarizado director. Fue citado por fin, al igual que el presidente de una de
las democracias más desarrolladas del planeta; también tiene cita un magnate de
la comunicación, dueño de un emporio de inconmensurable influencia social; y
una famosa estrella de Hollywood a la que se le reconoce una extraordinaria
labor humanitaria; y un cantante europeo, celebridad muy sensibilizada ante la
injusticia social, con más de cuarenta años apareciendo en los principales
escenarios y medios de difusión pública; esa fecha es clave también para uno de
los más importantes banqueros del mundo; para un alto jerarca religioso; para
el modisto más influyente del siglo y para un filósofo reconvertido en el mayor
experto en estudios de mercado. Un conspicuo grupo de personas residentes en
distintas partes del mundo, ligados por un único vínculo; el de formar parte
del selecto club de caníbales para el que la genial Neus Celnegre cocina sus más
sofisticadas y secretas recetas.
El menú que
se degusta en cada convocatoria se prepara con el cuerpo de un humano neonato,
de un mes más o menos y hasta un máximo de 5 kilos. Hasta ahora fueron
cocinados tres bebés para el club, hijos todos del idiotismo de Anna y de un
fornido y pésimo jardinero oligofrénico dedicado a semental y que malamente
atiende el invernadero donde se cultivan especias y condimentos. Se le mantenía
casi oculto en una cabaña entre una espesa arboleda de la finca, destinado a
padrear a los vástagos de la retrasada. En los meses de marzo y abril, con la
excusa de que ella lo ayudara en su trabajo, Neus les obligaba a permanecer
juntos durante mucho tiempo en la cabaña, el necesario hasta confirmar la
preñez. El instinto del jardinero le hacía sentirse culpable de haber hecho
algo malo tras copular con Anna, por lo que disimulaba torpemente intentando
ocultar los hechos. Casualmente fue la muchacha quien inició el ciclo
espontáneamente, dada su mayor experiencia, y en un descuido de Neus, que no
obstante contempló todo en silencio, facilitó sus siguientes encuentros y
esperó el primer embarazo.
Como en
todas las ocasiones anteriores, los invitados se sientan en unas sillas rojas
Panton de Vitra frente a la amplia mesa de acero Big Irony en una gran sala
habilitada en el sótano y a la que se accede por una estrecha puerta. El
espacio, sin ventanales y de altas paredes blancas y desnudas, daba la
apariencia de un quirófano por su mobiliario y su extrema higiene. En uno de
sus lados, la cocina, donde Neus prepara otro sublime menú para el clan,
compuesto por entrante de sesitos asados a la parrilla a fuego flojo,
acompañados de un puré de coliflor y cubiertos de caviar; un caldo de tuétano y
huesitos deshechos con jugo de trufa denso en matices y ligero en texturas, al
que acompaña una tosta de paté a la canela y pechuguita picada con morcilla de
sangre dulce en canutillo de brick con cerezas. Se descorchan tres botellas
Perrier Jouet para los primeros bocados y se presenta a continuación una sopa
tibia de cebollino con ajos silvestres, perfumada con semillas y hojas
aromáticas con carrillada asada y troceada sobre una pasta de curry rojo y
hojas carnosas; le siguen los riñones y corazón caramelizados; la espalda y
costillar hervidos con leche materna y confitados con canela y vainilla; a
continuación presenta las manitas y pies rellenos con jardinera de berenjena y
ceps empalizados con cereales; los muslitos se presentan hechos hebras con hilo
de cebollita caramelizada, todo ello acompañado por cuatro botellas Doble
Mágnum de Vega Sicilia. Con leche condensada y otra pasteurizada recogida de la
madre en días anteriores compone una mousse al limón con tropezones de cubitos
de ananá como postre.
Al final de
la cena, los comensales brindan plenamente satisfechos con la esperanza de ser
elegidos nuevamente y comentan las bondades de esa delicia cárnica apenas
conocida por unos pocos iniciados, el secreto sabor, la delicada esencia del
bebé humano, esa carne a la que nada se le puede comparar, ni tan siquiera la
de buey de Kobe; ni el mejor toro de atún; ni el más sublime jamón de bellota
bien cortado y en su perfecta curación. Suprema carne humana, inagotable, a la
que se cría para ellos y con la que disfrutan de la mayor expresión culinaria
cuando tragan la elemental inocencia del ser, transubstanciando la pureza en
elemental alimento, en sofisticada manduca. El culmen de una elite depravada,
hastiada, depredadores acostumbrados por los siglos a las prebendas, a los
privilegios del poder, del prestigio social, que se satisfacen despreocupados
por la trasgresión de toda moral y sin un ápice de remordimiento ético,
sofistifagos en busca del más sublime hedonismo intentando paliar el tedio y la
hartura de sus envidiadas vidas.
Realizan por
fin el último brindis y cuando se disponen a salir, aparece Anna Damankova por
la estrecha puerta que abre muy despacio, como si esperara permiso para entrar,
asoma primero la cabeza, pasa y la cierra tras de sí, se acerca lentamente
hasta la acerada mesa y fija su mirada bovina en los restos de los platos,
observa un trozo de piel dorado por el fuego con un pequeño lunar con forma de
corazón, el corpachón de la mujer permanece inmóvil durante un buen rato y de
pronto abre la boca y al principio en un grito sordo lanza después un gran
chillido que reverbera en las paredes y que cesa de pronto; despacio toma un
cuchillo y corta sus venas y mientras dice: - ¡No más niños… no más niños!
Clava la afilada punta en la base de su oreja izquierda y traza un profundo
tajo hasta la base de la derecha, se degüella con la mirada perdida en el alto
techo. La sangre le empapa de inmediato el pecho, tintándole el kimono, el
cuchillo cae solo un instante antes que ella. Alguno hace intención de auxiliar,
pero Neus Celnegre lo impide, diciendo: - Es su venganza. Estos pobres seres la
buscan así, haciéndose daño, mortificándose en una especie de ridícula
heroicidad mártir y teatrera. Será un honor seguir cocinando para todos
ustedes. Buena noche y ojalá pueda verles el año próximo.
Los
comensales pasan silentes por encima de la agonizante Anna, procurando no
mancharse los zapatos con la sangre caliente. En el exterior, las aspas del
magnífico helicóptero agitan la hojarasca de la planicie, todos abordo se eleva
el aparato majestuoso hasta desaparecer en la oscuridad. El jardinero a la
puerta de su cabaña oye el ruido pero no descubre nada en el negro cielo, sin
luna, sin estrellas y… colorín colorado, este cuento no se ha acabado.