Almacén de letras. Blog de V.Pisabarro

miércoles, 9 de junio de 2010

Ancianos cohete


Al fin, tras mucho esfuerzo, el viejo llegó a la terraza de la residencia. La fina lluvia charolaba el piso; el graznido de un pájaro, el agua desembocando por algún desagüe, no se oía más. Se situó en el centro de la amplia cubierta con los ojos entornados y la boca medio abierta, manteniendo una inmovilidad perfecta antes de despegar con atronador ruido hacia el cielo, hacia el infinito, hacia la nada. Éste fue el primer caso certificado de anciano cohete.

— ¿Cuántos años tiene usted?

— Setenta y cinco.

— Hasta los ciento veinte no dan comienzo los despegues.

— Despegar pero… ¿hacia dónde? — preguntó el periodista especializado en divulgación científica.

La profesora del Centro Supremo de Investigaciones Fantacientíficas y directora del laboratorio de Bio-propelantes del HP-QTJ, en el campus de Wasteland de la Universidad YALEVARD en Calitokio, demora la respuesta y cuando está a punto de contestar, escuchan el “sssss” de un despegue no muy lejano. Nada especial, uno común, un “5SS” de unos noventa decibeles. La circunstancia hizo cambiar de pregunta al entrevistador.

— ¿Y su edad, señora? Disculpe, pero estoy seguro de que comprende la pertinencia de la pregunta.

— A punto de jubilarme, voy a cumplir los cien años muy pronto. En cuanto… a los despegues, hacia dónde se despega, le respondo que hacia ningún sitio, no hay destino, se elevan hasta agotar el combustible que como sabemos desde hace mucho es el continente y el contenido, la totalidad de la materia humana, del sí mismo, hasta desintegrarse en el límite infra-atómico, en partículas conjeturadas teóricamente pero que a día de hoy no han podido ser confirmadas por experimento alguno. Es decir, se despega hacia la nada, o hacia lo que existe pero que aún nos es desconocido.

— ¿Y a día de hoy tampoco se sabe qué supercarburante es el que convierte a un ser humano en un cohete?

— Seguimos buscando agentes biológicos, enzimas, células microbianas susceptibles de ser utilizadas como catalizadores. Es decir, una fuente energética procedente del metabolismo bacteriano. A mi juicio, mucho tiempo perdido errando por sendas equivocadas.

— Entonces, para usted ¿Cuál sería la senda de los aciertos?

— En nuestras investigaciones hemos descubierto productos muy tóxicos aislados, y que tienen un papel fundamental facilitando la rotura de la molécula de hidrógeno. Como usted sabe, la combustión es un conjunto de procesos físico-químicos por los cuales se libera la energía interna del combustible. Los estudios procuran descubrir el camino por el que van los protones tras esa rotura, que es distinto del que toman los electrones, y así seguimos años y años en una línea de investigación básica de laboratorio en estudios de caracterización estructural y funcional de metaloenzimas. Así llegamos hasta el muro.

— ¿A qué muro?

— Al muro infranqueable de los límites. A la frontera entre el conocimiento y el desconocimiento. Hemos fabricado algo pero no sabemos qué. Los avances científicos nos han permitido alargar la vida humana una media de cien años. Antiguamente lo normal era desaparecer de este mundo a los setenta u ochenta, hoy a esa edad seguimos siendo jóvenes, nuestros cuerpos, nuestra mente no muestran agotamiento ni declive. Se pasó de seis mil millones de seres humanos habitando el planeta hasta doce mil en apenas cinco décadas. Un civilizado pan-mundo sin guerras, con hábitos saludables, sin apenas enfermedades y con las amenazas del planeta controladas, sequías, terremotos, volcanes, todo previsto con mucha antelación. Nos hemos convertido en una plaga…

Los 140 decibelios de un “8SS” interrumpen a la profesora. Unos diez segundos después, cuando el cercano despegue apenas se percibe, el periodista que le sostuvo la mirada durante todo este tiempo dice:

— Como un cáncer GIST, el único incurable.

— Algo parecido. ¿Hasta cuánto y cuándo puede soportar el planeta esta metástasis, la propagación humana que ha humanizado hasta el último grano de arena? Hoy somos diez mil millones y seguimos disminuyendo, la edad mínima de los despegantes ha bajado de los 140 años a los 120 y sigue reduciéndose. Es la radioterapia que la naturaleza nos impone, la quimioterapia que salvará al planeta hasta dejarlo libre de estas células malignas, de los miles de millones de vanidades que llegaron a acariciar la inmortalidad creyéndose cada uno el centro del universo, aunque, realmente, nuestra totalidad no sea más que una gota de agua en alguno de los insondables mares cósmicos, de otro universo más.

Anoche, sus miradas atraviesan el ancho ventanal hasta perderse por la cercana ciudad de Yorkin, capital de la totalidad de los fraterestados de la tierra. Igual que las estrellas fugaces, los ancianos cohete desaparecen en las alturas en incesantes despegues reflejados en los cristales de imponentes rascacielos de más de mil metros de altura.


ALMACÉN

Aquí aparecerán esas letras que antes se perdían en la nada de mi computadora. Escritas por puro placer y sin ninguna ambición de agradar ni complacer. Descargar novela"Del Agua Nacieron los Sedientos"